lunes, 14 de noviembre de 2011

Jorge Montiel / Penetrar la carne de las cosas


"el amor que coquetea, que es, a veces, juguetón, carnal, tonto, frágil"

[ Comentario crítico sobre Mua,yo,mi y a veces tu ]

Jorge Montiel


Hace poco leí este libro de poemas de Gerardo Lino, que muy gentilmente me hizo llegar. Debo decir que cuando me di cuenta que el tema era el ya tratado y sobre tratado tema erótico, no esperé encontrar algo nuevo. Según algún comentarista de Neruda, nadie, ni antes ni después, ha encarnado el amor como lo hizo él. Quizás. Pero lo que atrae del libro de Lino no es simplemente el amor encarnizado, sino más bien el amor que coquetea, que es, a veces, juguetón, carnal, tonto, frágil. Es decir, el amor en la maravilla de su cotidianidad. Para descubrir esta maravilla analizaré, en este comentario, los recursos que hacen del último libro de Lino —si no estoy mal informado— una exquisitez en su lectura.
            El libro empieza con el epígrafe de una conversación entre “ellos”. Él la quiere para sí, ella está dispuesta. En esas dos líneas una ligera fibra estalla, el lector sabe que ha comenzado algo. Luego él se retuerce ante la imposibilidad de responder a una declaración tan directa. Aquí se puede observar un primer detalle: el tono conversacional del libro. Lino no sólo incorpora fragmentos de conversaciones reales —lo cual es una novedad en sí—, sino que además el modo en que el poema está dicho es conversacional. Pensemos por ejemplo en esta línea: “Quiero tu pelo largo para hacerte trenzas”. Aquí no hay discurso, en el sentido artificioso de la palabra, hay un deseo que hace uso de la palabra para expresarse. Y sin embargo, hay poesía en la sinceridad y la simplicidad del lenguaje hablado. Esta manera de poetizar tiene sus implicaciones: el poeta no se detiene, se deja llevar por el erotismo; pero tampoco puede retirar lo dicho. Esto hace que el lenguaje se haga frágil y fuerte a la vez. Frágil porque no hay tiempo para correcciones, lo que se dice, se dice de una vez y ya; fuerte por la sinceridad y la intensidad interna con la que se dice. ¡Tanto que se parecen en esto el lenguaje y el amor!
            Otro punto que quiero comentar aquí es la velocidad de los poemas, o quizás deba decir las velocidades. Lino va del tono leve, tranquilo, meditabundo, al torbellino. Pensemos, por ejemplo, en estas líneas: “Fueron los libros/ aunque no los leímos juntos/ los que nos llevaron a esto—”. Aquí él piensa cómo fue posible haber llegado a ese punto. La voz poética está pensando en voz alta, está reflexionando con ella. La velocidad es tranquila, no hay prisa ni intensidad, la velocidad del verso es la velocidad del pensamiento y no la del deseo. Por otra parte, la velocidad se incrementa con la intensidad erótica: “Y no porque consten de las gruesas palabrotas/ que exclamamos ay cabrón/ qué haces con esa verga/ ay dedos pervertidos/ sí maligno así/ dame plis por el culo pero no me lastimes ojete/ rómpeme con las uñas hijaeput méteme algo/ cómo te derramas con el coño/ puta perro qué rico/ apestas como a madres/ me gustas apestocito/ a más de otras que ya se me olvulan/ o por pene no me atrevo”. En este caso, la acumulación de imágenes, sensaciones y expresiones generan un ritmo salvaje. El lector entra en el campo de batalla, presencia el acto sexual, con la lectura de cada verso su ritmo cardiaco se acelera, la sangre le llega hasta la ingle y quizás —depende de la imaginación de cada quien ocurre la erección.
            Otro aspecto de Mua,yo,mi y a veces tu es el uso del sarcasmo y la ironía. Una de las formas en que Lino logra esto es por medio de la recreación de pasajes bien conocidos de los que la voz poética sale victoriosa. El siguiente poema es un ejemplo de ello:

Tuvimos que salir corriendo del Paraíso varias veces
y es cierto:
sentimos vergüenza
—ya bañados y bien vestidos

Aquí Lino sitúa al lector en el pasaje de la Biblia sobre Adán y Eva, toma a estos personajes, los encarna en la voz poética, luego reafirma el final de la historia para después agregar sutilmente el ingrediente sarcástico.
            La ironía se logra por medio de la construcción de un deseo que se desarrolla durante todo el poema y culmina con la angustia de lo irrealizable. Sin embargo —y aquí entra la ironía— “no hay tiempo sino para coger”. El mejor ejemplo de esto es:

Quisiéramos cantar
abrir un libro comentarlo
ir a los bailes a los bares
contarnos historias extensas
o poner una casa
cuidar los hijos inengendrados entre nos
organizar algo
compartir con amigos nobles
ir al cine a festivales de jazz
o estudiar juntos doctos otro poco
construir un proyecto
viajar a los lugares venerados
—ah: no hay tiempo sino para coger

            Una particularidad que quiero señalar aquí es la incorporación de conversaciones y de signos expresivos comúnmente conocidos como “caritas”. Esta es otra de las innovaciones de Lino, el aspecto visual del poemario. Estos signos no son adornos al poema, sino significantes en sí. Su uso es tan cotidiano en las conversaciones por internet o por mensajes de texto, que su incorporación está justificada por el hecho mismo de que así nos expresamos. A través de la incorporación de conversaciones reales por medios electrónicos, Lino explora un lenguaje que aún no ha sido explorado en la poesía: el lenguaje electrónico. Tanto como los signos, la incorporación de estas conversaciones está justificada porque ayuda a aportar significado al todo del libro, logran entramar un tejido poético, en otras palabras, amarran el poema.
            Pese al tono juguetón, el uso del lenguaje coloquial, etcétera, Lino por momentos nos revela verdades que va encontrando en el intrincado camino del amor. Es decir, su reflexión no se queda en la superficialidad de lo cotidiano, sino que toca las superficies, juega con ellas y las penetra descubriendo para el lector verdades ocultas dentro de la misma cotidianidad. Un ejemplo de ello es el siguiente poema:

No es la muerte definitoria
la de a deveras
sino la cotidiana
—deberes idiosincrasias
usos del dentífrico platos del fregadero
las horas señaladas el modo de dormir—
la que nos matará

Aquí podemos ver cómo Lino encuentra algo entre las cosas ordinarias, ese algo es una verdad que se aplica para cualquiera de nosotros. Es decir, Lino no se queda en el mero lisonjeo ni en el amor entre pieles. Lino busca en ese amor una respuesta a su existencia: “Quizá: ‘no buscabas el arte / amor buscabas’// Sí!”
            En conclusión, la manera en que Gerardo Lino muestra el amor en la maravilla de su cotidianidad es por medio del uso del lenguaje conversacional y coloquial. Esto hace que el discurso mismo sea, en momentos, fuerte, y en otros, débil, tanto como la pasión misma. La velocidad de los poemas va de acuerdo con la lucidez del pensamiento o con el frenesí del erotismo, siendo a veces reflexivo, con ritmo calmado, y otras veces pasional y turbulento invitando al lector a entrar en esa otra realidad del erotismo. Por medio del uso de la ironía y el sarcasmo Lino agrega el tono juguetón al libro, sin embargo, ese mismo tono no lo previene de explorar su cotidianidad y penetrar la carne de las cosas para luego parir verdades y encontrar respuestas a su existencia.


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Jorge Montiel (6-XI-1986), poeta, Northeastern Illinois University.

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